ENTREVISTA A KARMA LEKSHE TSOMO EN EL DIARI ARA DE CATALUÑA

“Feminismo y budismo son compatibles y se pueden ayudar mutuamente”

Karma Lekshe Tsomo es monja fundadora de la Asociación Internacional de Mujeres Budistas

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Aquesta monja budista, ordenada a França el 1977, és teòloga a la Universitat de San Diego i filòsofa a la de Hawaii / MANOLO GARCÍA

 

De voz sosegada y sonrisa sincera, Karma Lekshe Tsomo transmite una alegría y una bondad que probablemente le han ayudado en la lucha pacífica que ha tenido que mantener desde que se convirtió al budismo y decidió acabar con la discriminación de la mujer en esta cultura. Con una peculiar biografía, una surfista convertida en monja budista, esta norteamericana de 72 años es fundadora de Sakyadhita, la Asociación Internacional de Mujeres Budistas, y directora de la Fundación Jamyang, una ONG dedicada a dar oportunidades de estudio a mujeres y niñas de todo el mundo. ¿Cómo llegó al budismo?

Mi apellido real es Zenn y eso me llevó muy temprano a preguntarme sobre el budismo. Con 11 años leí un libro de budismo y me pareció que tenía todo el sentido del mundo. Fui a mi madre y le dije: «Mami, soy budista».

Pero no comenzó su carrera budista tan joven, ¿verdad?

No, claro. De joven fui surfista. Aunque entonces no había surf profesional, yo competía con la asociación de surf de Malibú. Cuando tenía 20 años, fuimos a una competición internacional en Japón. Era la única chica. El mal tiempo no nos permitió competir, así que lo aproveché para ir a monasterios budistas y empezar a estudiar. Pero no encontré ningún monasterio para mujeres y decidí continuar el viaje por el Sudeste Asiático, India y Nepal. Después de dos años viajando no encontré ningún monasterio para mujeres, así que volví a EEUU a hacer estudios asiáticos.

Y volvió a la India.

Sí, con 25 años fui a estudiar budismo en Dharamsala [sede del exilio tibetano]. Allí me di cuenta de que las monjas no sabían leer. Aquello no estaba bien: dedican su vida al budismo pero no pueden leer lo que dice Buda porque no se les da educación. Así que decidí darles clases.

¿Encontró resistencias?

Al principio ellas mismas estaban reticentes. Decían que eran tontas y no podrían aprender. Hasta que les dije que si aprenden podrían leer las enseñanzas del Dalai Lama. Las convencí. Arranqué con un grupo de 12 monjas, una de ellas de 63 años, y en dos meses ya sabían leer. Entonces quisieron estudiar filosofía budista y por eso necesitaban gramática. Y así, poco a poco, fuimos creando todo un programa de estudios.

Aquello desembocó en Jamyang.

Exacto. Y al mismo tiempo en aquella primera época me venía gente de otros países a explicar que tampoco tenían monasterios para monjas. Decidimos hacer una conferencia internacional de mujeres budistas para debatirlo: fue el inicio de Sakyadhita.

¿Y tuvo que ser una occidental la que lo pusiera en marcha?

Yo sólo di el pistoletazo de salida. Como occidental estaba más acostumbrada a expresar mi opinión. Había participado en las luchas estudiantiles de los 60 en mi país y estaba acostumbrada a denunciar injusticias.

¿Se ha encontrado muchos obstáculos?

Al principio eran sutiles. Me llegaban notas diciendo: «¿Qué intentas hacer?» Dudaban de mis motivaciones como occidental, creían que quería imponer alguna agenda feminista. Pero las mujeres budistas son muy conscientes de su discriminación.

¿La situación de la mujer en el budismo es peor que en otras culturas?

Difícil de comparar. Pero las mujeres budistas tienen unos cimientos más sólidos porque el mismo Buda defendió la igualdad entre hombres y mujeres. Los primeros discípulos de Buda eran hombres, pero pronto su madrastra quiso unirse a ellos. Él al principio dudó, ya que la vida en el bosque buscando la iluminación era un cambio radical en el rol social de la mujer y porque podía ser peligroso: algunas de las que lo hicieron fueron violadas en el bosque. Finalmente, Buda hizo una excepción y dijo que las monjas budistas debían vivir en comunidad entre ellas para su seguridad. Muchas mujeres fueron grandes maestros budistas en aquellos primeros tiempos, pero después de que Buda muriera se fue derivando hacia el sistema patriarcal.

¿Y se ha logrado algún cambio?

Sí, desde los 80 ha habido grandes cambios. Cuando empecé, el discurso era: «Las mujeres tienen mal karma». Pero la actitud de los monjes ha cambiado. Este año un grupo de monjas por primera vez se examina del título Geshe de filosofía budista, que requiere 20 años de estudio. Es un gran salto. Ahora falta el paso de la ordenación: pocos países ordenan monjas. En la tradición tibetana las mujeres sólo son novicias.

¿Hay mujeres lama?

El término lama sólo quiere decir maestro, pero no se aplica nunca a las mujeres. Se utiliza para niños de seis años, pero no para mujeres que han sido maestros budistas durante 20 años.

¿Se considera una feminista?

Por supuesto que sí.

¿Es posible ser budista y feminista?

¡Por supuesto! El feminismo es del todo compatible con la teoría budista, que cree en la igualdad de todos los seres humanos. Y budismo y feminismo pueden ayudarse mutuamente. El movimiento feminista en Occidente ha olvidado la vertiente espiritual y el budismo puede ser útil: tiene todas las técnicas necesarias para trabajar con la mente y luchar contra sentimientos de inferioridad, opresión o alienación. Y el feminismo puede ayudar al budismo a rehacer su marco igualitario original.