Este artículo forma parte de la edición especial de la revista digital Buddhistdoor en Español sobre «Mujeres y budismo en los países de habla hispana».
Berta Meneses es una destacada exponente de la práctica del zen en el contexto cristiano. Nacida en Palencia, España, en 1945, es licenciada en ciencias químicas y teología. Religiosa filipense, es maestra zen en el linaje de Harada, Yasutani y Yamada de la escuela Sanbo Kyodan («La sociedad de los tres tesoros»), una entidad zen laica, renombrada Sanbo-Zen International en 2014, enraizada en las tradiciones Soto (Caodong) y Rinzai (Linji). Es profesora de matemáticas e informática en la Escuela Nuestra Señora de Lourdes, Barcelona.
Berta Meneses ha sido discípula de Willigis Jäger y de Ana M. Schlüter, ambos igualmente maestros de Sanbo Kyodan. En 1993, en Kamakura, Japón, fue reconocida como maestra zen asistente por Kubota Ji´un Roshi, sucesor de Yamada Roshi, y en 1998 Ana M. Schlüter, de Zendo Betania con el nombre de Cho-Sui-An (lit., «Ermita del Agua que Purifica»). En el año 2016 Yamada Ryoun Roshi la nombra maestra de la escuela Sanbo-Zen otorgándole el nombre de Ki-un-An (lit., Nube del Vacío y la Compasión). Imparte cursos de zen en España y varios paises de América Latina, entre ellos El Salvador, Guatemala, Ecuador y Argentina, y organiza conferencias, cursos de meditación y seminarios en varios países de Europa, América y Japón. Es presidenta de la Asociación Zen Dana Paramita (Barcelona), vicepresidenta de la Fundación Valores Humanos y miembro fundador de Sakyadhita Spain.
Buddhistdoor en Español: por favor, explíquenos el itinerario espiritual que la llevó a ser reconocida como maestra zen.
Berta Meneses: La vida está hecha de momentos grandes y pequeños que, como hilos dorados, tejen el cosmos de nuestras vidas. Hay algunos aspectos que configuran estos momentos y que ahora en retrospectiva intuyo que han tenido repercusión en mis decisiones. Recuerdo ser una persona de preguntas desde mi adolescencia y juventud. Preguntas marcadas por la búsqueda de sentido a todo lo que me rodeaba, lo que pensaba, lo que intuía… también por aquello que forma parte del misterio y que no sabía responder, que trasciende las mismas preguntas. En este contexto, la llamada a la vocación religiosa vino marcada por esta búsqueda de sentido profundo en dos aspectos: el camino espiritual y la llamada al servicio. En cierta medida, ambos aspectos formaban parte de mi vida desde muy joven. La decisión no fue fácil, pero sí era clara, aunque cargada de los interrogantes que siempre me han creado las instituciones.
Aunque mi ambiente era cristiano, he de reconocer que mi guía e inspiración en la búsqueda espiritual venían de la mano de grandes escritores que fueron, en realidad, mis primeros maestros: Teilhard de Chardin, Tillich, Bonhoeffer, Rudolf Oto, Thomas Merton me acompañaban en mi inquietud de búsqueda espiritual. Entré pasados los años de formación y de universidad, en una comunidad que aportó a mi vida una visión amplia y libre a nivel espiritual, y un profundo trabajo en el ámbito de la psicología, también autores como Erich Fromm, Carl Gustav Jung, Freud y la psicología psicoanalítica ayudaron en este trabajo de conocimiento personal y de liberación a nivel espiritual, que más tarde se vieron ampliados por la psicología de la Gestalt. Aludo a estos dos ámbitos porque creo que fueron decisivos para poder entrar sin miedo en otra cultura y permitir que esta fecundara mis creencias y mi cosmovisión. Esta cultura fue y continúa siendo Oriente. Siempre los comienzos son de la mano de escritores, no solo Thomas Merton, sino también en el ámbito más hindú me marcaron los textos sagrados Vedas y Upanishads, pero más aún la práctica del yoga, que me hizo descubrir el cuerpo dentro de la práctica espiritual. Esta fecundación mutua entre oriente y occidente está marcada en mi historia por personas concretas como Bede Griffiths o un gran maestro en todo este proceso, Raimon Panikkar, al que siempre me unió una profunda relación de amistad.
El llegar a ser maestra zen no ha sido ni mucho menos por simple conocimiento intelectual, la práctica de la contemplación (meditación no objetiva) se la debo a muchos maestros que me han guiado en el camino, personas que a pesar de ser del ámbito cristiano eran maestros zen. La primera persona que conocí fue Ana María Schlüter. Aunque ya había practicado con algún monje de la escuela Soto, fue ella la que nos inició en la práctica del zazen, era discípula de Enomiya-Lassalle, y estaba haciendo la formación con Yamada Koun Roshi en Kamakura, Japón. A principio de la década de1980 conocí a Willigis Jager, que fue mi primer maestro zen. Con él practiqué muy intensamente en Alemania doce años durante los veranos, y él también venía a España dos veces al año. Mi práctica de zazen estuvo también y durante muchos años acompañada por Ana M.ª y, en el año 1993, en Kamakura, Japón, Kubota Roshi me nombró maestra zen asistente. Mi formación continuó en Zendo Betania, y en 1998 fui nombrada maestra zen de Zendo Betania. La formación de un maestro zen no acaba nunca, y así continúo en mi práctica con Yamada Rioun Roshi, que es el abad actual responsable de nuestra escuela zen. En 2016 me nombró maestra zen de la escuela Sanbozen, mi nombre es Ki-un -An, Nube del Vacío y la Compasión.
BDE: ¿Podría hablarnos de su actividad como maestra zen en España y Latinoamérica?
BM: La actividad habitual en España es aparte de mi trabajo como profesora (llevo los departamentos de matemáticas, arte y cultura interreligiosa). Como maestra zen debo asegurar mi práctica diaria y mis tiempos intensivos de meditación zen. Esa es la base para poder acompañar a otras personas: lecturas, reflexión, investigación…, pero sobre todo zazen, y participar en el sesshin y kenshukai anuales de los maestros zen de nuestra tradición.
Los centros de meditación de los que soy responsable están organizados de manera que hay un responsable en cada uno de ellos. En este momento hay treinta y un grupos entre España y América El Salvador, Guatemala, Honduras, Ecuador, Argentina, etc.).
La sede de la asociación zen Danaparamita está en Barcelona. La práctica en este centro es diaria por la mañana temprano, también una tarde a la semana y se lleva a cabo un zazenkai intensivo al mes. Los cursos de introducción a la meditación y los sesshins intensivos se realizan dos veces cada mes a lo largo del año en los diferentes lugares. Cada centro también tiene fijados los días de la semana y los intensivos en sus calendarios respectivos. Otros modos de sentir y hacer sangha son los encuentros de responsables de zazen, los seminarios de estudio, las reuniones de organización, las publicaciones, boletines, revista, etc., así como la comunicación a través de las webs y los blogs de las diferentes sanghas. Así se mantiene la información y la relación entre todos los grupos. También las grabaciones en nuestro portal de YouTube son una parte importante en el acompañamiento.
Es importante precisar que esta guía de la meditación zen requiere el encuentro personal entre maestro y discípulo, por esta razón, aunque existe en este momento mucha más facilidad gracias Skype y otros medios en línea, los discípulos tienen el apoyo del grupo en el que practican y una entrevista con el maestro con cierta periodicidad, esta es la única manera de poder mantener una buena práctica y proceso.
Por otra parte, como maestra, me comprometo a hacer cursos presenciales con todos los grupos que están practicando en mi sangha. En este sentido, durante el mes de julio realizamos los sesshins en América del Sur, Ecuador y Argentina; y en el mes de septiembre los sesshins son en Centroamérica.
Si no estoy presente en los intensivos durante el año en los países de América acompaño telemáticamente con teisho y dokusan (conferencias y entrevistas individuales).
BDE: ¿Cómo definiría usted el zen?
BM: El zen es un camino, una forma de vivir, una cosmovisión, una práctica, se puede definir con las cuatro frases que se atribuyen a Bodhidharma. Es una práctica al margen de las doctrinas, que no se basa en palabras ni erudición, que apunta directamente al corazón del ser humano y le lleva al estado de despierto, al reconocimiento de su verdadera naturaleza. El hecho de estar más allá de las doctrinas no quiere decir que no se tengan en cuenta todos los textos que forman parte de la tradición zen, sino que la práctica en sí no requiere hacerse budista, y en este sentido uno puede ser de cualquier otra religión o de ninguna. En realidad, hay cristianos, judíos, agnósticos, etc. que practican zen y zen verdadero sin rebajar en absoluto la experiencia y la comprensión profunda del dharma. Se podría decir que el zen es la mística del budismo. Tiene como base una filosofía profunda que ayuda abrir la conciencia y la percepción, es una cosmovisión no dualista, implica una experiencia profunda del verdadero yo mismo o de la naturaleza búdica. También podríamos decirlo en lenguaje cristiano: es la experiencia de la esencia divina. En realidad, es vacío para los sentidos.
BDE: ¿Cuál sería la filosofía del zen desde un punto de vista cristiano?
BM: Hay el peligro de creer que el zen es simplemente un método para mejorar mi meditación cristiana, en ese caso no es verdadero zazen. Sabemos que el verdadero zazen debe hacernos mejores personas: mejor cristiano si soy cristiano, mejor budista si soy budista, etc. El camino del zen tiene sus medios hábiles, upayas, y un marco filosófico y ético claramente definidos. El cristiano que se adentra sin miedo en el camino del zen experimenta que algo muy profundo se está desvelando en su vida, y se siente fecundado en lo que es verdadero y liberado, a la vez, de todo lo que no es (fecundación y liberación). En la práctica del zen es fundamental la experiencia de vacío, sentir lo real de la realidad. Es ver, experimentar que eso real es vacío (sunyata) y aprender en la realidad de nuestras vidas a soltar, a confiar, a ser plenamente en ese fondo originario; experimentar una apertura infinita, con la confianza de que formas parte, que te sustenta, que te configura momento a momento. Es el soplo del espíritu, el poder del misterio, la conectividad del vacío.
Merton apuntaba a lo mismo, dice: «suspendido totalmente en la misericordia divina estoy contento porque todo está bien», se trata de la idea budista de la talidad de cada momento. La voluntad divina rige el universo y hace posible esta talidad, que hace que cada cosa sea lo que es. En la experiencia del zen es la ley de dharma, esa voluntad libre de apego que realiza aquello que ha de ser realizado.
La relación fundamental, dinámica entre lo Infinito y lo finito—en la simbología budista, entre el vacío y la forma, y en el lenguaje cristiano, entre el espíritu y el mundo—es aquella en la que ambos existen uno en el otro y a partir del otro; y, aunque son y se mantienen absolutamente diversos, son co-inherentes, «inter-son».
BDE: ¿Cómo la práctica habitual zen puede ayudar a un cristiano a vivir una experiencia cristiana profunda?
BM: Sabiduría y compasión son dos palabras fruto de la experiencia personal, no del pensamiento racional. La sabiduría es lo que uno entiende descubre o siente cuando despierta. Es preciso despertar a la realidad de que todo está interrelacionado. Está es la verdad dinámica del inter-ser. «El otro es otro yo mismo.» Se abre el ojo del espíritu, como dicen los vitorinos (místicos del sigloxii) y esta nueva percepción de uno mismo y de la realidad nos lleva a la verdadera compasión. Estas son las dos caras de la iluminación: conocerse a uno mismo y olvidarse de uno mismo (Dogen Zenji). Experimentar la naturaleza esencial (vacío) y también ver al otro (lo fenoménico) y sentir compasión. Por lo tanto, si uno cree haber alcanzado la iluminación y no siente compasión por todos los seres que sufren, su iluminación es falsa. La experiencia de iluminación aporta un sentimiento de intensa paz, esta paz ahonda sus raíces en una gran confianza, una raíz de fe, que emerge de la experiencia del fondo originario, de «la Fuente que mana y corre, aunque es de noche” (san Juan de la Cruz). No hay dualismo en la experiencia de vacío (es una misma esencia) ni en la compasión (no hay dos). Es la unidad, el amor lo que expresó Jesús cuando afirmó claramente «el Padre y yo somos Uno».
BDE: ¿Cómo describiría usted kensho?
BM: La palabra kensho está compuesta por dos ideogramas: ken, que significa ver, y sho, que es la médula corazón de todo cuanto existe. Por lo tanto, kensho es ver el corazón de todas las cosas, personas, acontecimientos. Es desvelar el ojo capaz de ver, que no es el ojo de la cara ni el de la razón. Es caer en la cuenta del verdadero yo mismo, esa realidad profunda que no cae en sentido, que no nace y no muere, es caer en la cuenta de lo no limitado que es: puro, amor, infinitud, misterio, palabras que no sirven porque de lo que se trata es de una experiencia que es vacío para los sentidos. Es la percepción de nuestra verdadera «naturaleza original».
Bibliografía
Silvia Ostertag. Silencio viviente (Dana Paramita Asociación Zen).
Berta Meneses. El Zen una manera de vivir (Dana Paramita Asociación Zen)
Charlotte Beck. El Zen de cada día (Editorial Grijalbo, 2010).
Katsuki Sekida. ZaZen (Editorial Kairos).
Shunryu Suzuki. Mente zen mente de principiante (Zentatsu Richard Baker).
Shizuteru Ueda, Zen y Filosofía (Editorial Herder, Barcelona 2004).
Philip Kapleau. Los tres pilares del Zen Editorial (Didana, México 1986).
Bernie Glassman y Eve Marko. Dar Testimonio Lecciones de un Maestro Zen pacificando (Dana Paramita Asociación Zen).
Paul F Knitter. Sin Buda no podría ser cristiano (Fragmenta editorial).
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